Una de las formas más sencillas de tomar la temperatura a la salud de un imperio económico es observar el valor de su moneda. Éste es un indicador inequívoco que ha funcionado durante toda la historia de la humanidad.
Fijándonos en el imperio romano, podemos ver que los primeros 220 años, una de las monedas más empleadas era el denario de plata. Al principio, su grado de pureza era muy alto conteniendo 4.5gr de plata pura. Entonces un denario era el sueldo de un día de un trabajador especializado.
Conforme crecían los gastos para obras públicas, termas o guerras, sed empezó a superar ampliamente la cantidad de denarios que se podían fabricar con la misma cantidad de plata. Entonces a los romanos se les ocurrió reducir la pureza de la plata, para poder emitir más monedas para pagar los gastos del imperio. De este modo fabricaban más dinero y podían gastar más. Artificio que les funcionó bien, al principio.
Durante el imperio de Marco Aurelio, el denario había llegado a reducir un 25% su contenido en plata. Caracalla creó el doble denario, cuyo valor era el doble que el del primitivo denario, pero en el que se redujo de manera sustancial el contenido en plata, hasta que en el año 265 DC llegó a contener sólo un 0.5% de la plata que tenía el denario original. Por su lado, la infación que había estado controlada durante decenas de años, se disparó al 1000%, y los mercenarios empezaron a exigir el pago en oro.
Sin necesidad de hacer muchos esfuerzos, se encuentran claros paralelismos entre el denario y el dólar (y resto de monedas fiduciarias). En el siguiente gráfico se aprecia la evolución del valor del dólar respecto del oro.